La Mágica Respuesta a tu Forma de Ser
Giovanna Lourdes Salazar Pareja
Lic. Educación Inicial Primaria
Universidad Femenina del Sagrado Corazón-UNIFE
Orientadora en Formación Educativa- Tutoría
Familia-Escuela
http://giovanna-lourdes.blogspot.com
En este articulo se hace referencia al origen que motiva las causas de
los diversos comportamientos habituales que expresan los alumnos en su entorno
escolar, para ello se requiere saber encontrar y establecer
relaciones de equilibrio y armonía entre docentes, padres de familia, y alumnos ya que estas facilitarán una adecuada comprensión y solución a aquellos
comportamientos habituales que no sean los apropiados y que desfavorecen el
adecuado desarrollo personal del alumno
Muchas
veces nos preguntamos al ver a nuestros alumnos ¿Por qué algunos demuestran en
su forma de ser, comportamientos tan distintos?
Unos
son tranquilos, un tanto tímidos para
opinar o hacer preguntas, como si tuvieran vergüenza de expresar sus ideas
delante de todos sus compañeros, como nos dicen ellos: “es que me da roche Miss
lo que puedan decir los demás de mi”, no salen al recreo, y si están en el
patio de juegos, se quedan en una esquina sentados mirando al resto y no participan
del juego.
Otros
llegan al salón y simplemente en las horas de clases se muestran cansados, como
si todo les aburriera, y no soportan estar muchas horas de clase, quedándose
incluso dormidos, mental y físicamente nos demuestran a gritos que “ya no dan
mas”, como si hubieran realizado un trabajo el día anterior tan extenuante que
sus fuerzas no le dan para más, cuando recién estamos empezando el día de
clases.
También
hay los que se muestran dispuestos a cooperar y ayudar en todo, son muy
amigables y gentiles con sus compañeros de clases y hasta con los profesores ,
desde que llegan son el “alma del salón “, son
los escogidos por sus compañeros y hasta por los propios profesores, “el
favorito” para realizar y organizar diversas actividades.
Todo
lo contrario sucede con aquellos alumnos que se muestran rebeldes ante sus
maestros y compañeros de clases, llegando incluso a enfrentamientos verbales,
no cumplen con sus tareas escolares, y actúan como si no supieran o no les
importase, las consecuencias de sus propios actos de rebeldía y violencia tanto
con sus profesores y alumnos de su entorno, siendo catalogado como el mas
“hostil” y “malcriado” de la clase. Dentro de este grupo podemos encontrar también
al que con un comportamiento demasiado
extremista en cuanto al creer que
podrá conseguir la simpatía y afecto de sus compañeros y profesores, haciendo “bromitas”,
“mofas” y chistes de doble sentido, llevándolo todo hacia
la burla y chacota, sin tener conciencia de lo que significa el respeto
y el orden que debe guardar, y sobre todo con las personas con las que se
relaciona.
Y
así puedo enumerar infinidad de casos y comportamientos que quizás a diario nos
encontramos dentro de nuestro entorno laboral en el Centro Educativo y en
nuestras propias aulas, tratando de poder encontrar esa “mágica” solución a los
diversos acontecimientos que acarrean estos comportamientos.
Pero: ¿Acaso nos hemos detenido a pensar sobre
el “origen”, la causa que los motiva a ser, parecer, o comportarse de tal o
cual forma?
Nos
hemos puesto a pensar en tratar de buscarle la solución, de cambio o
mantenimiento de esa conducta si bien sea positiva o negativa, más no hemos
averiguado que fue lo que la origino, o que la impulsa a ser así como es.
Si
bien es cierto, es importante que el maestro deba poseer la habilidad para
saber encontrar la solución, esa llave correcta, que abra las puertas hacia un
cambio conductual positivo, también debemos tomar en cuenta, cual es la causa y el origen que la impulsa y
mueve, y es por ello importantísimo y fundamental el tener ese contacto y
comunicación abierta, sincera y honesta tanto con nuestros propios alumnos y sobre
todo con sus padres o encargados de su crianza y formación, ya que son la pieza
de clave y base fundamental del cual provienen en sus propios hogares , lo
inculcado y adquirido.
Vemos
a diario en los noticieros, muchos casos
de violencia familiar dentro de los hogares,
maltrato infantil, agresiones, abusos sexuales, niños trabajando hasta
altas horas de la noche, desnutrición infantil, y muchos casos mas que afectan
como es lógico, la educación y formación escolar y comportamiento del alumno.
Bravo, A. (2002), nos dice que : El afecto está íntimamente ligado
a las emociones y es algo que fluye entre las personas, algo que se da y se
recibe, es algo esencial para la especie humana, en especial en la niñez. Como
docentes, podemos ser capaces de hacer de las relaciones afectivas una herramienta y un
vínculo básico con nuestros alumnos.
Nataniel, B. (2000), nos
dice que: Para crear en el educando una imagen positiva de sí mismo, los padres
deben ser sensibles a sus necesidades, lo que se conservará en la calidad de su
interacción con él. Para esto es necesario brindar las oportunidades en las cuales el niño se
desenvuelva y se exprese, ante lo cual el padre ha de responder con un enfoque
positivo para así animar el desarrollo y la validación de los logros del niño.
El padre de familia que
sea capaz de amar a sus hijos e hijas, que sea afectivo, cordial y amistoso
llegará a ser uno de sus mejores amigos, por lo tanto, se convertirá en el
orgullo de ellos. Será capaz de transmitirles seguridad en sus estudios, de tal forma que encuentren apoyo moral en
todos los momentos de crisis.
En la medida en que el padre de familia no
desvíe su atención hacia otras actividades, que poca injerencia poseen en el cuidado y educación de sus hijos, tendrá la
oportunidad de darles los mejores momentos de su vida y que le quedarán grabados
para siempre.
Un maestro que es consciente y sabe de
donde y cual es ese ambiente familiar que rodea a su alumno, sabrá por ende cual es esa mágica motivación
que lo lleva e impulsa a ser y actuar de esa manera, y sabrá escoger acertada mente la formula correcta para un manejo adecuado y solución a todos
estos habituales comportamientos.
Padres
y Educadores transmitan siempre:
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Alegría, sentido del humor, capacidad para dramatizar y ver el
lado bueno de las cosas. Si enseñamos a nuestros hijos a vivir con alegría y
se la contagiamos, contribuiremos a que formen una personalidad sana,
generosa y abierta.
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Respeto, tratar al otro tal y como desearías ser tratado tú.
Respetar significa dejar que el otro sea el mismo, equivocarse y corregir sus
errores y no colgarle constantemente etiquetas negativas ni tratar de que
adopte su forma de ser y de comportarse a nuestro capricho.
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Amor, pero dar y enseñar un amor como algo permanente. Un niño
necesita amar con confianza y pensar que el amor es tan seguro como el
amanecer, como la salida del sol cada mañana. Sólo la seguridad en el amor le
dará suficiente consistencia interna y confianza en si mismo, para afrontar
las dificultades a lo largo de su vida con verdadera madurez.
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Honradez, integridad, sinceridad, coherencia entre lo que
pensamos, decimos y hacemos. Que los demás puedan confiar en nosotros porque
cumplimos lo que prometemos y respetamos lo que es de los demás. Si tu hijo
trae a casa algo que ha sustraído en el colegio o en alguna tienda, hazle
entender que ha cometido una mala acción. No le castigues ni culpabilices,
pero exígele que devuelva lo sustraído y reconozca que ha obrado mal. Así
aprenderá a ser íntegro desde pequeño.
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Valentía y valor para encarar las dificultades y contratiempos.
El niño tiene que aprender a hacer cosas que no le gustan, pero que le
convienen para su formación, y saber que las dificultades serán sus
compañeras de por vida. Sólo con valentía y tesón logrará superarlas.
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Fe, confianza, esperanza. Fe en sí mismo, confianza en sus
capacidades. Capacidad para soñar y proponerse una meta con ilusión y
entusiasmo, y creer firmemente que logrará cuanto se
proponga.
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Generosidad, deseos de hacer
el bien, de sentirse útil, de ser ciudadano del mundo y hermano entre sus
hermanos, los hombres de cualquier raza y condición.
Fuente : Angie Vidal
Reinoso
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